Por Francisco A. Avila

La cinta comienza en 1959 cuando Capote (Hoffman) lee en The New York Times la noticia del asesinato de una familia de granjeros en Holcomb, Kansas. A lado de su inseparable amiga Harper Lee (Keener), comienza el proceso creativo de lo que él creía –sin equivocarse- sería la mejor de sus obras. Nos muestra la extraña relación que establece con los asesinos, en especial con Perry (Collins Jr.), además de ese mundo del jet-set en el que se movía ágilmente Capote.
En su segunda película Bennett Miller nos ofrece una biopic (cinta biográfica) en la que en cada escena esta llena de fuerza, de intimidad, de contención, incluso en aquellos momentos en los que la cinta se hace lenta Miller logra sacar de sus actores y de los escenarios que recrea, una historia poderosa que envuelve y atrapa al espectador.
Este género de la cinta biográfica parece estar de moda en Hollywood, las hay desde las superproducciones como El aviador que contaba la vida del millonario Howard Huges; Ray sobre la vida del músico jazzista Ray Charles por el que Jamie Fox obtuvo el Oscar el año pasado; Ali que protagonizó Will Smith acerca del gran boxeador Mohamed Ali; hasta Frida de la mexicana Salma Hayek. Sólo por mencionar algunas de las más recientes y exitosas.
La historia de Capote en esta cinta funciona tan bien gracias al esplendido guión de Dan Futterman, inspirado en la biografía realizada por Gerald Clarke. Futterman supo tomar los momentos clave de los seis años en que el famoso escritor desarrollo su libro A sangre fría. Los inteligentes diálogos, las escenas en las que las emociones se contienen de forma exasperante, el oportuno uso del flashback, el desarrollo de la trama en general son sin duda merito de este guionista.

Philip Seymour Hoffman es uno de los actores más interesantes de su generación. Ha participado en filmes como Boogie Nights, Felicidad, y Magnolia que le han permitido mostrar su versatilidad. A sus treinta y ocho años parece llegar el papel más importante de su carrera. La crítica especializada lo ha aplaudido hasta el cansancio.
Hay dos momentos de la película que vale la pena rescatar por su impacto y lo bien logradas que resultan las escenas. La primera, cuando Perry (Collins Jr.), después de la insistencia y la manipulación de Capote, relata lo sucedido la noche del crimen; se nos introduce mediante un flashback, vemos como Perry asesina a sangre fría a los Clutter, oímos su voz, su crudeza en la que no hay asomo de culpa; a pesar del impacto de las imágenes la escena logra que las emociones estén contenidas: que sean un grito ahogado.
La segunda escena a la que quiero referirme es a la ejecución de Perry en el “rincón” donde el método fue la horca. En el instante previo en el que se abre la trampilla que pondrá fin a la vida del asesino que más cautivo a Capote, oímos su respiración, su último aliento lleno de miedo, de zozobra, una angustia que sobrepasa la pantalla y de la que el espectador es testigo incómodo. Aquí tenemos que destacar la actuación de Clifton Collins Jr. que logra una buena e interesante interpretación de aquel asesino soñador, poeta y buscador de tesoros que tanto intereso al famoso escritor.
Su íntima relación con los asesinos, la compleja y extraña afinidad con Perry, su egoísta deseo por publicar su gran libro, que no podría tener el final que Capote quería mientras los asesinos vivieran, hizo que el proceso durara seis largos años, seis años que fueron menoscabando la vida de Capote. Al final de esos seis, con la publicación y el impresionante éxito que tuvo A sangre fría marcaron la génesis de la caída de un escritor por demás genial. Capote nunca volvería a escribir.
Marzo 2006
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